Gestos humanos, acciones humanas, envuelven tiempo. La fotografía recupera para nosotros pequeños fragmentos de tiempo, y nosotros debemos saborear nuestro asombro por este hecho. La fotografía tienta el tiempo, juega con el. Sin embargo, podemos conocer esos pedazos y otros simulacros de tiempo pasados en el presente, en el ahora. Cuanto más contemplamos una fotografía, más entendemos el ahora. Permaneciendo en el ahora, en lugar de correr furiosamente hacía el futuro, tiene ventajas psicológicas y profundas reverberaciones en nuestras vidas. Como Ludwing Wittgenstein observó alguna vez en el Tractatus, esos que viven en el presente viven en la eternidad. Eso es, que debemos permanecer fuera de tiempo, incluso mientras los relojes marcan sus artificiales minutos. Quizás la real medición de una gran fotografía es que en su presencia experimentamos un invaluable alivio de mortalidad, nos involucramos tanto que pensamos tener la sensación de estar fuera de nosotros mismos, incluso por la eternidad de un momento...
Estelle Jussim
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